Los dedos de la luz
tocaron suavemente a las puertas de la aldea.
La luz dijo: “Soy grande y no puedo esperar.
Déjame entrar”.
“Llegas muy temprano”, replicó la aldea,
“los rostros que me pertenecen están dormidos –
Júrame que no los despertarás
y te dejaré pasar”.
La desenfadada visitante juró.
Pero una vez dentro de la aldea
la cadencia de su estampa
despertó a mujeres y hombres.
La vecina del estanque
realizó una ruidosa reverencia
sobre su cabeza gozosa,
y el mosquito alzó la copa brindando por la
luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario