Andando con fatiga hacia el Edén, mirando hacia
atrás,
me encontré con el niño de alguien.
Le pregunté su nombre – Él me susurró
“Trotwood” –
Dama: ¿acaso él te pertenecía?
¿Te consolaría – saber que lo conocí –
y que parecía no tener miedo?
No pude llorar – debido a la nueva relación,
muy sonriente – que establecía aquél pequeño –
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