Querido: este resquebrajamiento sobre mi vida
apenas te lo menciono.
Aunque el amanecer se desplome sobre una ranura,
el día, de todos modos, debe continuar.
Si nos oponemos a este quiebre, sus costados
abiertos
se mostrarán como si nosotros fuéramos un
sepulcro
dentro del cual estoy yaciendo, muy quieta,
en calidad de preferida del Juicio Final –
Querido: cuando el quiebre ha terminado de
contener
a una vida, se cierra.
Aun así, se vuelve mucho más atrevido cada día.
Crece tan turbulento
que me siento tentada a medio remendarlo
con el aliento que me queda;
yo no echaría en falta el acto de ceder
aunque para él sería la muerte –
Y así lo llevo, inmenso, por ahí,
antes – de mi funeral.
Una vida con gran intención de irse
no pude acosarme más –
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