miércoles, 3 de mayo de 2017

924

Ese amado cuerpo que los años fueron gastando,
no obstante precioso porque es la casa
donde experimentamos por vez primera la luz,
la capacidad de dar testimonio –

Precioso, sí. Y justo, hasta lo inconcebible,
como si unas manos que la sepultura hubiese manchado
se posaran suavemente sobre nuestras manos
negando su propia muerte.



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