El verano se deslizó
tan imperceptible como el pesar –
Demasiado imperceptible, al fin,
para ser sentido como perfidia –
Una quietud destilada –
como crepúsculo que hubiera iniciado hace mucho
tiempo –
O como naturaleza – que pasaba consigo misma
la tarde retirada –
La sobriedad era una inherente
Aunque ostentosa influencia.
El arce prestó al camino,
e invistió de entidad gráfica
a un lugar sombrío –
como si de repente
un individuo aséptico se pusiera
un traje homogéneo –
El pájaro se fue –
y la colina solo tenía una flor
para que asistiera su rostro elevado
en tensión funeral –
Los vientos ascendieron más cerca –
El grillo habló de un modo tan claro
que fue presunción – aquello de que sus
ascendientes
heredaron la tierra –
El anochecer comenzó más temprano su seducción
–
La mañana resplandeció de manera extraña –
Una cortés – pero desgarradora gracia
de invitada que al fin y al cabo se va a ir –
Y así, sin un ala
ni ayuda de una quilla –
nuestro verano emprendió su leve fuga
hacia lo hermoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario