Nuestras pequeñas parientes – pueden verse,
en profusión, después de la lluvia.
Una multitud rosada y con pulpas
sobre la tibia tierra.
Me pareció que tenían una vida inútil,
hasta que un pajarito,
como si fuera a la hospitalidad,
se acercó a ellas y desayunó.
Deduje que Dios puede haber juzgado de mí
del mismo modo en que juzgué de ellas,
y me despedí de las pequeñas lombrices
con gran modestia.
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