No puedo comprarlo – No puede venderse –
No hay otro en el mundo –
El mío era el único.
Yo estaba tan feliz que olvidé cerrar la
puerta.
Y salió.
Y ahora estoy completamente sola –
Si pudiera encontrarlo en alguna parte
no me importaría viajar hasta allá,
aunque en esa tarea acabara todo mi
presupuesto,
sólo para mirarlo a los ojos –
“¿Por qué lo hiciste?” “Tú no pretendías
hacerlo”,
le diría. Y después volver a otro lado mi cara.
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