Emily Dickinson
jueves, 23 de agosto de 2018
1432
No tengo otra vida que esta –
para vivir aquí –
No tengo ninguna muerte – excepto
si la disipan de ahí –
No tengo ninguna atadura a tierras que vendrán –
ni a nuevas acciones –
Excepto, mediante esta excepción –
a tu reino –
1431
Me siento totalmente descalza,
como dicen los niños –
Esas son las entradas de la mente –
Aquí están sus salidas – por si quieres verlas.
Asciende conmigo la importancia
de la inmortalidad –
1430
Nos apartamos. Por afecto al rostro de ella.
Así evitamos que la inefable desgracia de la mirada
mancille nuestra adoración.
1429
No murmuraré si en la recta final
a aquellos a quienes amé aquí abajo
se les permite entender
por qué me alejé del modo en que lo hice –
Divulgar esas razones me tranquilizaría
pero destrozaría el corazón de ellos –
Katie: ¿por qué posee voz la traición? –
¿y por qué mi voz – se disipa – en lágrimas?
1428
Deja este laurel a quien sea
tan intrínseco, tan auténtico
como para ser renombrado –
Laurel – cuida tu árbol que no muere –
para aquel a quien purificas, él.
1427
Flores cuya rosada carrera podría tener una cerca,
quién sabe si portentosa, como la nuestra.
Sería lo mejor imitar a estas leves vecinas
con sorpresa e inocencia.
1426
Las abejas son negras, tienen una cincha dorada –
Bucanera del zumbido.
Vuela con ostentación
y subsiste entre la espuma.
Espuma predestinada – no contingente –
Médula de las montañas.
Sus toneles – En una hecatombe universal
no podría perder ni una gota.
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