En algunos lugares inauditos
sentimos una dicha –
también inaudita, pero
sincera,
como sucede en la naturaleza
o con los dioses –
Llega y se disuelve
de la misma manera – sin
consternación –
aunque deja una indigencia
suntuosa,
sin nombre –
No podemos profanar esa dicha
escudriñándola –
pues no tiene casa –
Alguna vez aspiramos a esa
especie de alegría –
y desde entonces vamos en pos
de ella.
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