Sostuvieron su mecha encendida
encima del Oeste –
hasta que el rojo declinó –
Cómo le ayudó el ámbar –
Se resistía a ser definido –
Irse opacando, sin rencores,
en matices de simulación
que no dejaran decidir a la
mirada
si se va a quedar o no –
es, quizá, solo propio
del ocaso –
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