sábado, 1 de julio de 2017

1015

Los dedos de la luz
tocaron suavemente a las puertas de la aldea.
La luz dijo: “Soy grande y no puedo esperar.
Déjame entrar”.

“Llegas muy temprano”, replicó la aldea,
“los rostros que me pertenecen están dormidos –
Júrame que no los despertarás
y te dejaré pasar”.

La desenfadada visitante juró.
Pero una vez dentro de la aldea
la cadencia de su estampa
despertó a mujeres y hombres.

La vecina del estanque
realizó una ruidosa reverencia
sobre su cabeza gozosa,
y el mosquito alzó la copa brindando por la luz.



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