domingo, 31 de enero de 2016

146



Toda cubierta de astuto musgo,
toda poblada de maleza
se encontraba la pequeña jaula de Curree Bell
en la apacible Haworth.

Este pájaro – al observar que otros
se retiraban hacia lejanas latitudes
cuando las heladas se tornaron muy recias –
en silencio hizo lo mismo.

Pero al regresar tomó un sendero diferente –
Pese a que las montañas de Yorkshire son verdes –
no en todos los nidos que he encontrado –
el ruiseñor puede ser visto –

Experimentada en muchas trashumancias –
Getsemaní puede atestiguar
por medio de qué angustia extática
ella alcanzó el Asfódelo.

Suaves caen los sonidos del Edén
en su oído perplejo –
Qué atardecer para el cielo
cuando Charlotte Brontë entró allí. 

145



Registran los escritores sagrados que,
al este del Jordán,
un atleta y un ángel
lucharon con dureza durante mucho tiempo –

hasta que el amanecer tocó a la montaña –
y Jacob se hizo más fuerte.
El ángel pidió permiso
para ir a desayunar – y luego, volver.

“Así no”, dijo el sagaz Jacob,
“no te dejaré ir
excepto si me bendices” –
El extranjero accedió –

Los vellones de plata se mecían con ligereza
más allá de las colinas de Peniel,
y el desconcertado luchador
descubrió que había vencido a Dios. 

144



Nunca escucho la palabra ‘Huir’
sin que se me estremezca la sangre.
Una repentina expectación.
Una actitud para el vuelo.

Nunca oigo de inmensas prisiones
derrumbadas por soldados –
Pero sacudo con fuerza mis barrotes,
de manera infantil,
solo para fracasar nuevamente. 

sábado, 30 de enero de 2016

143



La exultación es ir
desde un alma en tierra firme
hasta adentrarse en el mar,
dejados atrás casas – promontorios,
hacia la onda eternidad –

¿Puede entender el marinero,
criado como nosotros entre montañas,
la divina intoxicación
de la primera legua recorrida fuera de tierra?

142



Capullo encima. Capullo debajo.
Furtivo capullo ¿por qué ocultas de ese modo
lo que el mundo entero sospecha?
Sólo una hora y tu secreto dichoso, en cada árbol,
trepado en el éxtasis,
desafiará al presidio.

Pasar una hora en estado de crisálida –
Luego ir como mariposa,
contenta sobre la hierba que fue apartada;
un instante para hacer preguntas,
después – más sabia que una posesa –
conocer el universo.

141



Ella murió mientras jugaba –
Atravesó como quiso
su oportunidad de puntuación en horas.
Luego se dejó caer, dichosa como un turco
sobre una colcha de flores –

Su fantasma divagó suavemente por la montaña –
ayer, y hoy –
Su vestimenta como el vellón de plata –
Como espuma – el aspecto de su rostro –

viernes, 29 de enero de 2016

140



Ofréndame el atardecer en una copa –
Mide las jarras de la mañana
y dime cuántas tienen rocío.
Cuéntame hasta dónde salta el amanecer,
y cuándo se va a dormir la hilandera
que tejió las amplitudes del azul.

Escríbeme cuántas notas melódicas habrá
en el nuevo éxtasis del petirrojo,
entre ramas atónitas.
Cuántos viajes realiza el mújol –
Cuántas copas comparte la abeja –
esa adicta a los rocíos.

Así mismo - ¿quién le puso los estribos al arcoíris?
También - ¿quién conduce las dóciles esferas
por entre mimbres de flexible azul?
¿De quién son los dedos que incrustan la estalactita?
¿Quién lleva la cuenta de las conchas de la noche,
para estar seguros de que no debemos ninguna?

¿Quién construyó esta pequeña casa albana
y cerró de tal manera las ventanas
que mi espíritu ya no puede ver?
¿Quién me permitirá salir en un día de gala
con implementos para volar
abandonando toda pomposidad?

139



Casas – me dicen los sabios –
Mansiones, mansiones cálidas por obligación.
Mansiones que no deben permitir la entrada
de las lágrimas – que deben excluir a las tormentas.

Muchas mansiones gracias a su padre –
a quien no conozco – construidas acogedoramente.
Las criaturas podrían hallar el camino
que lleva hasta allí –
algunas incluso empezarían a caminar
esta misma noche con esfuerzo. 

jueves, 28 de enero de 2016

138



Luchar con ahínco es demostración de valentía –
Pero son más distinguidos
quienes cargan dentro del pecho
la caballería del sufrimiento. Yo lo sé -

Quienes ganan, aunque las naciones no lo vean –
quienes caen – aunque nadie lo observe –
aquellos que tienen ojos moribundos -
aquellos a quienes ningún país mira con patriótico afecto –

137



Una dama roja, entre la colina,
guarda su secreto anual.
Una dama blanca duerme
en el campo, entre chintz y lirio.

Límpidas brisas barren –
con sus escobas
valle, colina y árbol –
Les suplico me digan,
mis hermosas amas de casa,
¿quién puede ser la esperada?

Los vecinos todavía no sospechan.
Los bosques intercambian sonrisas.
También el huerto, el ranúnculo y el pájaro
en este pequeño instante.

Y, no obstante, cuán sosegado permanece el paisaje.
Cuán tranquilo el seto.
Como si la resurrección
no fuera muy extraña.  

136



Quien nunca perdió no está preparado
para encontrar – una diadema.
Quien nunca padeció la sed
no tiene preparación para jarras,
ni para refrescante tamarindo
quien nunca escaló la fatigante legua –
¿Puede tal pie explorar
los territorios púrpura
en la costa de Pizarro?
¿Cuántos ejércitos derrotados –
mencionará el emperador?
¿Cuántos colores apresados
el día de la revolución?
¿Cuántas balas llevas contigo?
Tienes la cicatriz monárquica.
Ángeles: escriban “promovido”
sobre la frente de este soldado.

miércoles, 27 de enero de 2016

135



Un pedazo de pan, una corteza – una migaja,
una pequeña confianza, una damajuana –
pueden mantener viva al alma –
No portentosa – pero cálida –
con respiración - 
¡Hazlo!
consciente, como el viejo Napoleón
la noche anterior a la coronación.

Un modesto destino, una pequeña reputación –
una breve campaña de aguijón y dulzura,
es abundancia, es suficiente.
La tarea de un marinero es la orilla –
La de un soldado – los proyectiles –
Quien pida más
que recurra a la vida de su alrededor. 

134



Si la campanilla azul desatara su cinta
para la amorosa abeja
¿tributaría la abeja a la campanilla
tanto como antes?
Si el Paraíso – persuadido –
cediera su foso de perla –
¿podría ser el Edén un Edén,
o la noble – una noble?

133



Tu coronación – muda –
Humildes mis “vivas” al rey.
Resguarda en tu armiño, Señor,
a una minúscula cortesana.

Para que yo, reverente, permanezca ahí
hasta que, pasado el fasto,
consiga murmurar quebrantada:
“Era yo, Maestro” –

martes, 26 de enero de 2016

132



Recién me había perdido cuando fui salvada.
Recién había oído que el mundo avanzaba.
Estaba recién aprovisionada para el ataque
con eternidad cuando el aliento retornó –
y al otro lado
escuché retroceder a la decepcionada marea.

Por tanto, me siento como la que regresa.
Extraños secretos por contar de la Línea del Ecuador.
Como marinero que bordea nuevas playas.
Como pálida reportera desde las terribles puertas
delante del sello.

Después, tiempo para quedarme.
Después, tiempo para ver las cosas
inauditas –
inescrutadas.
Después tiempo para demorarme
mientras pasan los años –
Pesados, lentos caminan los siglos

131



Aunque mi destino sea de Fustán –
y el de ella fino Damasco –
aunque ella porte un delantal de plata –
y yo uno menos divino –

no obstante, yo preferiría sin duda
mi pequeño ser gitano –
mi pequeño pecho bronceado
al de ella, que es más color rosa –

Pues cuando las heladas, sus puntuales dedos,
reposen sobre la frente de ella,
tú y yo, y el doctor Holland,
floreceremos eternamente.

Rosas de un furioso verano
en una tierra furiosa –
donde ningún otoño levante el lápiz de ella –
donde no queden segadores.

130



Mamá nunca olvida a sus pájaros –
aunque estén en otro árbol.
Mira hacia abajo con tanta frecuencia
y tanta ternura,
como en el momento de tejer,
mediante laborioso cuidado,
su pequeño, mortal nido –
Si alguno de sus gorriones cae
ella lo nota desde arriba.  

129



Nuestras vidas son suizas –
tan silenciosas – tan frías –
Hasta que una extraña tarde
los Alpes descuidan sus cortinas
y vemos más lejos.
Al otro lado está Italia.
Mientras los solemnes Alpes –
en medio, como un guardia –
como sirenas -
se interponen para siempre – 

lunes, 25 de enero de 2016

128



Ir al cielo.
No sé cuándo.
Te ruego que no me preguntes cómo –
De verdad, estoy muy asombrada
para pensar en responderte –
Ir al cielo.
Qué tonto suena eso.
Y sin embargo sucederá
con tanta certeza como que los rebaños
vuelven a la casa,
de noche,
al brazo del pastor.

Quizás estás yendo, también.
¿Quién lo sabe?
Si llegas primero
guarda un pequeño sitio para mí
cerca de dos personas que perdí.
Me costará la túnica más pequeña
y solo un trozo de corona,
pues tú sabes que no nos importa
qué ropa llevamos
cuando nos dirigimos a casa.

Estoy contenta por no creer en todo eso.
Porque estos asuntos detendrían mi respiración,
y quisiera observar un poco más
esta tierra tan curiosa.
Me regocija que creyeran en ello
aquellos a quienes nunca encontré,
desde aquella poderosa tarde de otoño
en la cual los dejé a ras de suelo. 

127



Como los niños dicen “Buenas noches” a los invitados
y después se van de mala gana –
mis flores levantan sus hermosos labios –
y después se ponen sus camisones para dormir.

Como los niños saltan cuando despiertan –
contentos porque es de mañana –
mis flores se asomarán,
desde cientos de cunas, y volverán a sus brincos. 

126



Acerco un vino desacostumbrado
a unos labios por mucho tiempo resecos,
cerca de los míos,
y los invito a beber.

Crujiendo, con fiebre, ellos lo prueban,
vuelvo mi rebosante mirada
y regreso después de una hora a observar.

Las manos continúan abrazando la copa rechazada –
Los labios que yo hubiera podido refrescar,
pobre de mí, se encuentran tan superficialmente fríos –

que sería como si intentara dar calor
a mis senos, donde ha reposado la escarcha
cientos de años bajo el moho –

Puede existir otro sediento
a quien todo esto me hubiera conducido,
si se hubiese quedado a conversar –

Por eso siempre llevo conmigo la copa,
por si acaso puede ser mía la gota
que mitigue la sed del peregrino –

por si acaso alguien me dice
“hacia lo pequeño, hacia mí”,
cuando yo, al final, despierte – 

domingo, 24 de enero de 2016

125



Un pobre – quebrado corazón – un corazón en pedazos
que se sentó a descansar –
ni siquiera notó cómo el menguante día
transportaba plata al Oeste;
tampoco notó que descendía suave la noche,
que ardía una constelación –
Tan arrobado estaba en una visión
de latitudes desconocidas –

Los ángeles que aparecieron por el camino
observaron a ese corazón repleto de polvo –
tiernamente lo alejaron de su tarea –
y lo condujeron a Dios –
Allí – hay sandalias para el descalzo –
a salvo de las tempestades –
Allí – los puertos azules guían – de la mano –
a las velas errantes –

124



A salvo, en sus habitaciones de alabastro –
duermen los humildes participantes de la resurrección –
La mañana no los toca,
ni el mediodía –
ni viga de satín,
ni teja de piedra.

En su castillo la brisa ríe, leve,
sobre ellos –
La abeja balbucea en un oído estólido,
los dulces pájaros silban con ignorante cadencia –
Ah, cuánta sagacidad murió aquí. 

sábado, 23 de enero de 2016

123



Los poetas cantan, además del otoño,
unos cuantos días prosaicos,
un poco esta parte de la nieve
y este trozo de la bruma;
unas cuantas mañanas incisivas –
unas pocas, ascéticas vísperas –
Concluidos – la vara dorada del señor Bryant
y los papeleos del señor Thompson –
se encuentra, callado, el estruendo del arroyo,
selladas las valvas con especias.
Dedos bajo hipnosis tocan suavemente
ojos de muchos elfos –

Tal vez una ardilla se quede –
a compartir mis sentimientos –
Concédeme, Señor, una mente soleada –
para sobreponerme a tu voluntad,
que es semejante a los vientos.