domingo, 31 de enero de 2016

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Registran los escritores sagrados que,
al este del Jordán,
un atleta y un ángel
lucharon con dureza durante mucho tiempo –

hasta que el amanecer tocó a la montaña –
y Jacob se hizo más fuerte.
El ángel pidió permiso
para ir a desayunar – y luego, volver.

“Así no”, dijo el sagaz Jacob,
“no te dejaré ir
excepto si me bendices” –
El extranjero accedió –

Los vellones de plata se mecían con ligereza
más allá de las colinas de Peniel,
y el desconcertado luchador
descubrió que había vencido a Dios. 

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