jueves, 21 de enero de 2016

117

                                                    

Su otro nombre es Arturo.
Yo lo denominaría Estrella.
Es abyecto que la ciencia
llegue e interfiera.

Aplasté a un gusano el otro día.
Un sabio que pasaba por allí
murmuró “Resurgam” – “Centípedo”,
“Oh, Señor, qué frágiles somos”.

Arranco una flor de los bosques –
Un monstruo con un lente
cuenta en un soplo los estambres –
Y la clasifica.

Mientras yo atrapaba a la mariposa –
antes de tiempo, entre mi sombrero –
él se aposentaba rígido en gabinetes –
ya olvidadas las campanillas del trébol.

Eso que alguna vez fue Cielo
ahora es “cenit” –
El lugar donde me proponía ir,
cuando la breve mascarada del tiempo concluyera,
ya ha sido explorado y cartografiado.

Qué pasaría si los Polos saltaran
y se pararan en la cabeza.
Espero estar lista para lo peor –
no importa lo que ocurra.

Quizás el reino de los cielos ha cambiado.
Espero que allá los niños
no sean de nueva usanza cuando llegue –
ni que se queden mirándome – burlándose de mí –

Espero que el Padre en los cielos
alce a su niñita –
anticuada – traviesa – todo –
por encima del escaño de perla. 

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