Era un sepulcro, pero no tenía lápida.
No estaba cercado – por baranda alguna –
Una conciencia – era su acre –
Y contenía un alma humana –
Si tuviera la curiosidad de saber –
junto a quién estaba sepultada –
y debido a qué ofensa –
ninguna persona podría aplacarla –
Tengo que adivinar todo esto hasta la
resurrección –
Y, rechazada de ese pequeño deseo,
plantar una rosa – o una flor de sacrificio –
sobre su zarza –
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