El padre hace las cuentas – uno por uno –
Después es dejado sin cifra un trayecto
En el medio –para enseñarle
A la mirada el valor de su número Diez –
Sólo hasta que el estudiante enfadado
Ha adquirido la carnadura de la habilidad –
Las enumeraciones son reestablecidas –
Adornando toda la norma.
Lo que intranquiliza a los dedos de los niños –
Es más que todo el tablero, el lápiz –
Y la oscuridad de la escuela –
Con todo, la norma eterna
Se fija en el menor enumerador de cifras,
Lo declara jefe de la banda –
Y la suma de cada niño, por separado –
Se acomoda a su mano –
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