lunes, 22 de mayo de 2017

960

El corazón tiene instrumentos estrechos.
Mide como el mar
en bajo poderoso – incesante –
en azul monotonía.

Hasta que el huracán biseca
y, según él mismo, discierne
su área insuficiente,
el convulso corazón aprende

que la calma no es más que un muro
de gasa inutilizada,
que derrumba el empuje de un instante,
que disuelve – el preguntar.



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