lunes, 6 de febrero de 2017

717

El Cielo se viste de una pequeña divinidad
para cada persona,
de esa minúscula deidad que él mismo
anheló adorar por gracia
durante un tímido día de verano –

casi encogiéndose de la gloria
que él, importunando, quería ver
hasta el día en que estos cansados altares
cayeran en completa eternidad –

Cuán amenazante era esa ventura –
como si alguien demandara a una estrella –
que debido a su criterio mezquino
dejara su hilera – y se cobijara en la desesperación –

Era una clemencia tan convencional –
que nosotros casi dejamos el temor –
facilitándole al más pequeño –
al más lejano de todos – la posibilidad
de adorar –



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