A la naturaleza le gusta
estar serena.
Grandiosa solo en pocas
ocasiones.
Pero dejemos cerrada nuestra
observación.
Las prácticas de la
naturaleza se extienden
hasta la necromancia y las
ocupaciones
muy lejanas para ser
entendidas.
He ahí a nuestra ampulosa
ciudadana
convertida en malabarista –
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