El hielo de la muerte estaba
en el vidrio –
“Cuida tu flor”, dijo.
Como marinos luchando contra
una filtración de agua
combatimos a la mortalidad –
Sostuvimos nuestra pasiva
flor delante del mar –
de la montaña – del sol –
No obstante, incluso sobre la
repisa escarlata del sol
el hielo comenzó a gatear –
Pusimos cuñas entre la flor y
la repisa –
por medio de una palanca –
Pero, tan fácilmente como lo
hace la estrecha serpiente,
el hielo puso traspiés en el
camino
hasta que toda la belleza
desamparada de la flor
se encorvó, y comenzó nuestra
rabia –
Lo perseguimos hasta su
barranco,
lo ahuyentamos hasta su
guarida –
Odiamos a la muerte. Odiamos
a la vida.
No teníamos a dónde ir –
Existe un mar y un continente
más grande –
la tristeza –
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