martes, 1 de marzo de 2016

246


El sol – tocó por un instante a la mañana.
La mañana – esa cosa feliz –
supuso que él había llegado para quedarse –
que la vida iba a ser toda primavera.

Ella se sintió más suprema –
una cosa etérea – sublime.
De ahí en adelante – para ella – todo fue una fiesta
mientras – su rey, en ronda –
arrastró – lentamente –
sus imponentes – orlas de estrellas – por los huertos –
dejando una nueva necesidad de diademas.

La mañana – agitada – titubeante –
buscó débil, a tientas – su corona –
su frente que no había sido ungida –
de ahí en adelante – la única que le pertenecía.

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