viernes, 19 de febrero de 2016

213


Los cielos no pueden guardar su secreto.
Se lo revelan a las montañas –
Las montañas se lo dicen solo a los huertos –
y ellos – a los narcisos.

Un pájaro que – gracias a la casualidad – pasa
por allí – se entera de todo entre susurros –
Si yo sobornara a ese pajarito –
¿quién asegura que no terminaré diciéndolo?

Sin embargo – he decidido que no lo haré –
Es más elegante – no saber –
Si el verano fuese un axioma –
¿qué sortilegio tendría la nieve?

Así pues – Padre – guarda tu secreto.
No me gustaría saber – si pudiera –
qué es lo que hacen los compañeros
de zafiro en tu mundo recién creado.


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