Un rostro – mitad de niña –
mitad de heroína –
que lograría conmover a una
reina –
Una doncella de Orleans en la
mirada
que echa a un lado sus finas
maneras
por una más humilde Compañía
Militar
cuando nadie está cerca.
Incluso una lágrima –
es su visitante frecuente –
Sin embargo, el sombrero para
un duque –
y una peluca de rey menor
no serían tan huidizos
de quien viene y pasa –
ni unas manos – tan delicadas
–
que llenarían de dicha a un
duende –
Una voz – grave – que altera,
y logra llegar al oído
como un impedimento hecho de
nieve –
o cambiar suprema –
como tono del reino
sobre la diadema del súbdito
–
Muy pequeña – para tener
miedo.
Muy lejana – para encariñarse
–
Así que los hombres terminan
comprometiéndose –
y simplemente – le dan
reverencia –
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