Se cierne sobre pedazos de
plomo –
Espolvorea todo el bosque.
Repleta con lanas de
alabastro
las arrugas del camino –
Hace una cara llana
de montaña y de planicie –
Una frente sin quebrar desde
el oriente
hasta el occidente, otra vez
–
Logra alcanzar la cerca –
La envuelve, estaca por
estaca,
hasta perderse en vellones –
Le da un velo celestial
a cepa, almiar – y tallo –
a campos de entrenudos –
a una habitación vacía en
verano –
donde estuvieron las cosechas
sin que, excepto ellos,
dieran cuenta de su presencia –
Riza los ejes de las estacas
como a los tobillos de una
reina –
Después detiene a sus
artesanos – como a fantasmas –
Niega que hayan sido ellos –
No hay comentarios:
Publicar un comentario