Arreglar de nuevo el afecto
de una esposa
cuando disloquen mi cerebro.
Amputar mis pecosos senos,
volverme barbuda como un
hombre.
Llénate de rubores en tus
certezas, espíritu mío –
Llénate de rubores,
desconocida arcilla mía –
Siete años de fidelidad te
han enseñado más
que lo que una condición de
mujer casada
hubiera podido.
Amor que nunca se liberó de
su foso –
Confianza dentro de la
trinchera del estrecho dolor –
Galardonada – perseverancia a
prueba de fuego –
Angustia – que no posee
calmante.
Carga – llevada con triunfo
hasta este momento –
Nadie podría sospechar de mi
corona
pues porto las espinas hasta
el ocaso –
y después – me pongo mi
diadema.
Mi secreto es grande, pero
está sujeto con vendas –
Nunca se escapará,
sólo hasta ese día en que su
consternado guardián
lo conduzca, entre el
sepulcro, hasta ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario