Que una mujer – fuera –
blanca –
era algo solemne – dije –
Y que yo llevara – si Dios no
me considera apta –
el inmaculado misterio de
ella –
Algo tímido – dejar caer una
vida
en el pozo místico –
ya muy desplumada – para
poder regresar –
la eternidad – hasta que –
ponderé cómo luciría la
santidad –
y si podría sentirse tan
grande –
cuando lograra tomarla de mi
mano –
como suspendida – observada –
entre la niebla –
Y después – la estatura de
esta pequeña vida –
los entendidos – la llaman
‘pequeña’ –
se ensanchó – igual que
horizontes – en mi pecho –
y yo me reí – entre dientes –
“¡pequeña!”
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