jueves, 17 de marzo de 2016

289


Un cardillo me desgarró el vestido.
No fue culpa del cardillo – sino mía,
pues me acerqué mucho a su guarida –
Un pantano afrenta a mis zapatos.
¿Qué otro oficio pueden tener los pantanos –
si el único arte que conocen
es salpicar a los hombres?

Debería despreciar a la morralla –
Los ojos serenos de un elefante –
miran más allá.


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