Los condenados – reparan en
el amanecer
con un placer singular –
porque – la próxima vez que
arda allá afuera
dudan de ser sus testigos –
El hombre – que morirá –
mañana –
escruta al pájaro de la
pradera –
porque su música incita al
hacha
que reclama su cabeza –
Dichosa – por aquel a quien
el amanecer
enamorado precede – al día –
Dichosa – por aquel a quien
el pájaro
le tiene cualquier otra cosa
excepto una elegía.
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