sábado, 19 de marzo de 2016

292


Llegué a tener la capacidad de oír su nombre –
afuera – una tremenda ganancia –
Esa sensación de detenerse – dentro de mi alma –
y de trueno – dentro de mi habitación –

Llegué a tener la capacidad de atravesar
ese ángulo del suelo
donde él se volvió así, y yo – cómo – me volví –
y todos nuestros tendones se rasgaron –

Llegué a tener la capacidad de quitar la caja –
en la cual crecían sus cartas
sin ese forcejeo, dentro de la respiración –
como grapas – que han logrado traspasar –

Pude recordar vagamente una gracia –
supongo que la llamaban “Dios” –
famosa por consolar en las dificultades –
cuando las fórmulas fallaban –

Y logré poner mis manos –
en actitud de oración,
salvo porque ignoraba una palabra
que – suele pronunciar – el rito –

Mi relación con las nubes,
si existiera algún poder no sujeto a desesperación –
detrás de ellas –
se protegería – de una lejana manera –
de una aventura tan diminuta
como la melancolía –
Algo en sí muy grande para interrumpir – más –


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