Mi vida había sido – una carabina cargada –
abandonada en rincones – hasta que un día
el propietario pasó – se identificó –
y me sedujo –
Ahora vagamos por bosques soberanos –
y cazamos una gran gama de presas –
Cada vez que hablo por él –
las montañas contestan directamente –
Si sonrío una luz cordial
resplandece sobre el valle –
Es como si un rostro del Vesubio
hubiera dejado atravesar su placer –
Y cuando llega la noche – acabado nuestro
buen día – protejo la cabeza de mi amo –
Es mejor que haber compartido –
una cómoda almohada de pluma de pato –
Soy enemiga – de su enemigo a muerte –
No se mueve por segunda vez –
aquel sobre quien yo dirija una mirada de bilis
–
o un pulgar enfático –
Aunque yo pueda vivir - más que él –
él debe vivir – más que yo –
porque yo tengo sólo el poder de matar
sin – el poder de morir –
No hay comentarios:
Publicar un comentario