miércoles, 20 de abril de 2016

368

Envidio a los mares que surca –
Envidio a los radios de las ruedas
De los carros que lo conducen –
Envidio a las quebradas colinas
Que observan su viaje –
Qué fácilmente pueden ver todos
Lo que está absolutamente prohibido,
Como el cielo – que está vedado para mí.

Envidio a los nidos de gorriones –
Sobre sus lejanos aleros;
Envidio a la opulenta mosca sobre su ventana –
Envidio a las felices – a las dichosas hojas –
Que justo tienen el permiso del verano para jugar
Por fuera de ese vidrio –
Ni las alhajas de Pizarro
Podrían obtener se permiso para mí –

Envidio a la luz – que lo despierta –
Envidio a las campanas – que doblan con audacia –
Avisándole que allá afuera es mediodía –
Yo misma – sería mediodía para él –

Sin embargo – mi flor está en entredicho –
Y mi abeja – derogada –
Para evitar que el mediodía en eterna noche –
Nos deje caer al arcángel Gabriel – y a mí –


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