martes, 26 de abril de 2016

383

Me encanta verlo lamer las millas –
y relamer los valles –
verlo detenerse para comer en los depósitos –
y después – andar prodigioso

alrededor de una pila de montañas –
y, presuntuoso, husmear
en las chozas – que encuentra por los caminos,
y luego escarbar en una cantera

para acomodar sus costados,
y revolcarse en medio
quejándose todo el tiempo
mediante una horrenda – sibilante canción –
después irse detrás de sí mismo
montaña abajo –
relinchar como Bonaerges –
Y entonces – más puntual que una estrella
lo veo parar – dócil, omnipotente,
en la puerta de su propio establo –


No hay comentarios:

Publicar un comentario