Cosas muy alegres
hieren – por su propia
multitud
de imaginería –
inconcebiblemente solemnes.
Sus lejanos desfiles –
ordenan sobre la mirada
un espectáculo suplicante –
con un lujo silencioso –
Las banderas se observan con
valentía –
pero ningún ojo auténtico
pasó nunca por delante de una
de ellas –
sin vacilar –
La música es de triunfo –
pero el oído sutil
retrocede con placer.
Los tambores están muy cerca
–
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