Dejó de dolerme. No obstante,
tan lentamente –
que no conseguí ver cómo se
iba la aflicción –
Solo supe, al volver la vista
atrás –
que algo – había oscurecido
el camino –
Tampoco logré decir cuándo
cambió la aflicción,
porque me había vestido con
ella todos los días
de una manera tan constante
como el traje de niña –
que pongo en el gancho todas
las noches.
Sin embargo, no pude rastrear
esa aflicción –
que construyó su nido muy
cerca, igual a las agujas –
que las damas presionan
contra las mejillas
de los acericos – suavemente
– para conservar
el sitio que tienen.
Tampoco pude rastrear lo que
la consoló –
Solo porque fue mejor – mientras
estuvo yerma –
fue casi la paz –
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