El alma tiene momentos especiales
–
de proximidad – a las cosas
que se le desgajaron.
Cuando la oscuridad – resulta
ser lo raro –
lo nítido – parece – fácil –
Las siluetas que sepultamos
viven
alrededor, familiares, dentro
de habitaciones –
no desvirtuadas por el sepulcro.
Llega, deshaciéndose, nuestro
compañero –
justo con la misma chaqueta
que llevaba
abotonada durante mucho
tiempo en el moho,
Desde que – jugábamos – en
viejas mañanas de la niñez –
un mundo – nos separa.
El sepulcro devuelve lo que
robó –
Los años devuelven las
pertenencias que nos quitaron –
Resplandecientes nudos de
apariciones
nos saludan con sus alas –
Como si nosotros – fuéramos –
los muertos –
y ellos – solo hubieran
estado esperando
que volviéramos a reunirnos –
como si fueran ellos,
y no nosotros, quienes
llorábamos por la muerte –
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