Como flores que oyeron
noticias de rocíos
pero nunca tuvieron en cuenta
que la generosa recompensa
esperaría – a sus sencillas
fuentes –
O como abejas – quienes
pensaron que el nombre del verano
era algún rumor delirante.
No habría – verano – para
ellas.
O como criaturas árticas,
inquietas y confusas –
por el presentimiento del
trópico – que algún ave viajera
trajo al bosque –
O como señal luminosa del
viento al oído –
que transforma lo común y
severo
en algo dichoso y familiar –
antes de que el cielo –
inesperado – llegue
a vidas que concebían al
tributo religioso
como un salmo muy presuntuoso
–
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