Él me tocó, así pues sigo
viva sin saber
que ese día, y con su
permiso,
indagué a tientas por su
pecho –
un lugar sin fronteras para
mí.
Y me ordenaron callar, como
el mar tremendo
detiene a las corrientes
menores.
Y ahora soy diferente de como
era antes,
como si respirara un aire
superior –
o como si rozara la túnica de
un rey –
Diferentes también mis pies,
que tanto deambularon –
Mi rostro gitano – está ahora
transfigurado –
en un más tierno renombre –
Si yo alcanzara a venir hasta
este puerto
Rebeca no se devolvería tan
violada
a Jerusalén –
Ni el persa elevaría,
desconcertado ante su altar,
un signo de crucifixión
semejante
al sol imperial de ella.
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