¿La felicidad es entonces un
abismo –
Y por lo tanto no debo pisar
mal,
Temerosa de dañar mis
zapatos?
Prefiero afirmar bien los
pies
Que salvar mis botas –
Pues comprar otro par
En algún almacén
Todavía es posible –
Pero a la felicidad la venden
solo una vez.
Perdida la patente
Nadie la compra nunca más –
Habla, pie, decide este
asunto.
¿La dama está molesta, o no?
El veredicto es para las
botas.
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