Le mostré alturas que ella
nunca había visto –
“¿Quieres subir?” pregunté,
“No así” – respondió –
“Conmigo” – dije - ¿Subirías
conmigo?
Le mostré secretos – el nido
de la mañana –
la soga por la cual pueden
entenderse las noches –
Y ahora – “¿puedes tenerme
como invitada?”
Ella no lograba encontrar su
“sí” –
Entonces detuve mi vida –
Y he aquí que una luz brilló
solemne para ella,
más grande mientras más
apartaba su rostro –
¿Acaso podría ella seguir
diciendo “no”?
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