martes, 2 de febrero de 2016

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Tengo un rey que no habla –
Así pues – recorro entre esfuerzos el día –
asombrada – humilde – a través de las horas.
Casi contenta cuando llega la noche –
y duermo – Entonces, por casualidad,
en un sueño, husmeo dentro de salones cerrados
durante el día.

Si lo hago – cuando viene la mañana –
es como si cien tambores
resonaran alrededor de mi almohada,
y unos alaridos colmaran todo mi cielo de niña,
y unas campanas siguieran diciendo “Victoria”
desde las torres de mi alma.

Y si no lo hago – no es oído
el pequeño pájaro en el huerto;
hoy omito la plegaria
“Hágase tu voluntad”
porque mi voluntad va por otro sendero
y entonces sería perjurio.

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