Bebo de vasijas reducidas en
perla –
un licor jamás destilado –
Ni todas las bellotas de
Frankfurt
producirían un alcohol así.
Estoy – ebria de aire –
llena de un vicio del rocío –
tambaleándome – entre
días de verano
sin término –
desde hostales de un azul
fundido –
Cuando los dueños de estas
tierras expulsen
a la abeja borracha de la
puerta del dédalo –
Cuando las mariposas –
renuncien a sus tragos –
beberé aún más.
Hasta que los serafines
sacudan
su sombrero de nieve –
hasta que los santos – corran
hacia las ventanas –
para ver a la pequeña ebria
reclinada – contra el sol -
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