Los cielos no pueden guardar
su secreto.
Se lo revelan a las montañas
–
Las montañas se lo dicen solo
a los huertos –
y ellos – a los narcisos.
Un pájaro que – gracias a la
casualidad – pasa
por allí – se entera de todo
entre susurros –
Si yo sobornara a ese
pajarito –
¿quién asegura que no
terminaré diciéndolo?
Sin embargo – he decidido que
no lo haré –
Es más elegante – no saber –
Si el verano fuese un axioma
–
¿qué sortilegio tendría la
nieve?
Así pues – Padre – guarda tu
secreto.
No me gustaría saber – si
pudiera –
qué es lo que hacen los
compañeros
de zafiro en tu mundo recién
creado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario