martes, 9 de febrero de 2016

182


El sol continuó agachándose –
agachándose – más abajo –
Las montañas – se empinaron –
para encontrarse con él.
Qué intercambio – por parte de él.
Qué reposo – por parte de ellas.

Más honda y más honda creció la mancha
sobre el cristal de la ventana –
Más numerosos y más eran cada vez los pies
hasta que la púrpura tiria

estuvo repleta de ejércitos –
tan dichosos – tan brigadieres –
que experimenté las mismas emociones
marciales de quien alguna vez empuñó
la cucarda –

Preparé, cargué el arma – desde el rincón
de mi chimenea –
Pero no había nadie allí.


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