domingo, 14 de febrero de 2016

200


La rosa se entretuvo en su mejilla –
Su corpiño subió y bajó –
Su hermoso modo de hablar –
como el de los ebrios –
piadoso, tambaleó –

Sus dedos insistieron en su propia tarea –
Su aguja no respondía –
Me intrigó saber –
qué inquietaba a una joven tan inteligente –

Hasta que, del lado opuesto – advertí una mejilla
que llevaba otra rosa –
justo al otro lado – también otro modo
de hablar como el del borracho –

un vestido que danzó, como su corpiño –
mientras sonaba una tonada inmortal –
Hasta que esos dos pequeños relojes –
contrariados, latieron suavemente
al mismo tiempo.


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