Por entre esta larga tormenta
brotó el arcoíris –
En medio del final de la
mañana – salió el sol –
Las nubes – como desdeñosos
elefantes –
descendieron sin orden –
sobre los horizontes –
En sus nidos los pájaros se
empinaron sonriendo –
Las ventiscas – por cierto –
terminaron –
Incluso los ojos en los que
resplandeció el verano –
estaban ya muy
despreocupados.
Era la tranquila gallardía de
la muerte –
No existe amanecer – que
pueda embestirla –
Las lentas – sílabas del
arcángel
tendrán que despertarla.
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