No me arriesgaría a abandonar
a mi amigo,
porque – si él muriera
mientras me ausento -
yo misma alcanzaría, muy
tarde,
al corazón que me quiso –
Si yo defraudara a esos ojos
que se esforzaban tanto –
para ver –
ellos no podrían soportar
cerrarse hasta
saber – saber de mí –
Si yo hundiera el puñal a la
paciente fe,
muy segura de que vendría –
muy segura de que llegaría –
la fe, oyendo – terminaría
por dormirse –
pronunciando mi nombre que se
retrasa.
Mi corazón hubiera querido
romperse antes –
porque rompiéndose – hubiera
sido tan inútil
como el sol de la mañana
siguiente –
por donde pasaron los hielos
– de medianoche.
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