Como si una diminuta flor del
Ártico
descendiera sin rumbo por las
latitudes
sobre la orla polar –
hasta que perpleja llegara
aquí,
a continentes de verano –
a firmamentos de sol –
a extrañas, luminosas
muchedumbres florales –
y a pájaros de lengua
extranjera.
Como si esta pequeñísima
flor, digo,
fuera vagando hasta el Edén –
¿Qué sucedería? Nada, en
realidad.
Solamente lo que puedas
deducir de todo esto.
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