Una cómplice peluda, sin pies
–
que sin embargo corre
demasiado.
Su semblante es de terciopelo
–
y sus facciones pardas.
Algunas veces vive entre la
hierba.
Algunas veces sobre una rama
de la cual desciende con
felpas
sobre cualquiera que pasa.
Todo esto sucede en verano –
Pero cuando los vientos
alarman
a los pobladores del bosque,
ella construye una residencia
de damasco –
y entra enseñoreándose,
cosiendo seda.
Luego, más fina que una dama,
emerge en primavera.
Una pluma en cada hombro.
A duras penas la
reconocerías.
Los hombres la llaman oruga.
La llamo así. Pero quién soy
yo
para contar el precioso
secreto
de la mariposa.
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