Con cautela escandí mi
pequeña vida –
Aparté lo que se iba a
marchitar
de lo que duraría, hasta que
cabezas
como la mía se pusieran a
soñar.
Puse lo último en un granero
–
Lo primero se fue volando.
Fui una mañana de invierno
y, pobre de mí, mi heno
invaluable
ya no estaba en la plataforma
–
ni en el travesaño –
Y de próspera agricultora –
pasé a convertirme en una
cínica.
Mi tarea es descubrir
si lo hizo un ladrón –
si el culpable fue el viento
–
si la Deidad es inocente –
Así pues, comienzo a buscar.
¿Cómo te va, corazón mío?
¿Estás dentro del pequeño granero
que te proporcionó amor?
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