No sé cómo contártelo, aunque
tú lo sientes –
Tampoco tú sabes contármelo –
Los santos, con pizarra y
lápiz embrujados
solucionarán nuestro día de
abril.
Más dulce que una olvidada
pilatuna
de un prado olvidado,
Más rápido que cascos de
jinetes
junto al borde de un sueño;
Caminemos – por él con
modestia –
Nuestros rostros protegidos
por velos –
Como se dice que hacen los
arcángeles
más educados al encontrarse
con Dios.
No me corresponde comentarlo.
Ni te corresponde decírselo
a alguna elegante dama –
“¡Bello día de abril!”
Mejor contárselo al Peter
Parley del cielo,
gracias a quien la infancia –
muy despacio –
está preparada para ir
a un recital más sublime.
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